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En España hay más de 3,5 millones de autónomos trabajando, sin duda, una gran representación de los trabajadores españoles. Sin embargo, la pensión pública que le queda a un autónomo no tiene nada que ver con la que le queda a un asalariado.
A día de hoy son más del 17% de las pensiones de jubilación que se pagan, con una pensión pública promedio de 723.20€ (un 40% inferior a la pensión promedio del régimen general que es de 1227.49€). Esto nos lleva a pensar que el autónomo debería pensar en planificar su futuro, incluso más si cabe, que el resto de trabajadores por cuenta ajena.
Planificar la jubilación, permite poder mantener en la medida de lo posible nuestro poder adquisitivo. Es en la cifra media de la pensión pública, donde mejor vemos que ya el autónomo está sufriendo una importante pérdida de poder adquisitivo de cara a su jubilación. Por ello, empezar a planificar y trabajar sobre ello lo antes posible, es clave.
El 90% de los autónomos cotizan al régimen general de la Seguridad Social para autónomos (RETA) en la base mínima. Algo lógico si tenemos en cuenta que tiene que poner su negocio en marcha, cubrir costes, ir obteniendo beneficios poco a poco… Pero que supone tener unas cotizaciones menores, que deriva en una pensión inferior cuando se jubila. Por esta razón, es recomendable ir aumentando la base de cotización a la Seguridad Social vaya mejorando el negocio y se vayan obteniendo mayores ingresos.
Lo que muchos autónomos no saben, o no se percatan, es que si no hace esto antes de los 47 años, después no puede hacerlo, ya que el régimen actual te impide cambiar la base de cotización a la Seguridad Social pasada esa edad. Con lo cual, todos esos últimos años de cotización de cara a la jubilación, los cotizan al nivel en el que están cotizando, en muchas ocasiones al mínimo.
De ahí que hablemos de la necesidad de una planificación adicional que cubra esa mayor necesidad de ahorro del autónomo frente a otros colectivos. Podría empezar por revisar esa cotización a medida que los beneficios van creciendo, además de valorar el cotizar lo máximo o cercano a ello, cuando se llega a la edad 40-45 años, ya que esos van a ser los años que se van a tener en cuenta de cara a su futura jubilación pública. Son los últimos 15 años antes de la jubilación los que computan para la pensión pública, por ello, insistimos que la planificación debe ser más rigurosa, a la par que necesaria, en el mundo de los autónomos, ya que pueden además puede haber periodos en los que no se está cotizando y que, por tanto, no computan en la suma (lo que se conoce como lagunas de cotización).
Por norma general, los autónomos tienen una incertidumbre muy alta sobre cuáles serán sus ingresos actuales, y mucho más sobre los futuros. De esta manera, se hace realmente difícil cambiar tus bases de cotización. Por ello, otro punto de esta planificación es el plantearse disponer de un complemento a esa futura pensión pública ahorrando mediante un plan de pensiones, que además ayudará a esa factura con Hacienda en la etapa laboral ya que lo que aportamos al plan nos lo podemos reducir en la base imponible del IRPF.
La cantidad máxima a deducir es la menor de dos cantidades: 8.000€ que es el máximo que se puede aportar por ley a un plan de pensiones o el 30% de los rendimientos de la actividad empresarial o profesional.
El del autónomo es un caso en el que, si cabe, es más beneficioso tener una prestación complementaria. Como decíamos, no es fácil incrementar las bases de cotización ante la incertidumbre sobre los beneficios futuros, pero sí es posible, y más sencillo, teniendo delante los beneficios del año dedicar una parte de estos al ahorro. Esta planificación no compromete sus gastos futuros como sí haría un incremento de la base de cotización.
Sabemos que todos los autónomos necesitan tener un pequeño colchón de ahorro, porque no saben cómo va a ir el año siguiente. Comenzar a ahorrar mirando a muy largo plazo, es quizá arriesgado y más complicado. Generalmente, en estos casos es más recomendable un ahorro en varias etapas.
En la primera etapa, lograr ahorrar hasta tener un 10% de los ingresos anuales en una inversión de bajo riesgo: ese sería “el colchón del autónomo”.
Una vez que ya dispone de ese colchón, y sigue teniendo capacidad de ahorro, puede genera un nuevo colchón con cada vez más riesgo. De esta manera, siempre tendremos acceso a ese primer colchón que nos compense una mala racha como autónomo, además de poder ir generando beneficios. Esto supone el pensar en un ahorro, no solo en planes de pensiones, también en fondos de inversión que le permitan poder disponer de su dinero ante una temporada de menores ingresos.
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